miércoles, 18 de abril de 2012

Con fe me clavaré el cuchillo...


En el filo de un beso.


Me jacto de ser un muerto que más de una vez ha fallecido.
Me jacto de ser un fantasma con más carne que cualquier vivo.
Esta condena mía no necesita de juez ni de patíbulo.
¡Yo mismo! ¡Yo mismo derramaré mi sangre!
Y de mi inocencia convencido, con fe me clavaré el cuchillo,
El mismo que afilaste vos con tus gemidos, sobre aquél desierto de infernal brillo.

Andrés B. G. 

viernes, 6 de abril de 2012

El monseñor está en La Cruz. (Fragmento)


(...) De inmediato entró a la habitación y detrás de él Jesús, sorprendiéndolo cuando buscaba un limpiador que pensaba utilizar en el saco. Cuando el viejo se volteó a mirar a Jesús este sólo vestía su camisilla sin mangas, pues se había despojado de chaleco y camisa por miedo a mojarlos mientras limpiaba el saco. Esa imagen de parcial desnudez borró toda racionalidad presente en la cabeza del anciano, lo excitó a tal forma que se olvidó del ensayo, de la gente que los esperaban afuera, de su humanidad, del dios que nunca respetó más que a sí mismo y solo atinó a cerrar la puerta de la habitación.

-          Pásame eso- dijo el representante del señor recibiendo el saco de las manos de Jesús-, ven acá.

Dejó el saco sobre una mesita y tomó de la mano a Jesús poniéndolo en frente suyo mientras se sentaba.

-          Dios tiene una encomienda para ti.

-          ¡Dios!- dijo sorprendido el inocente Jesús.

-          Si, me dijo que tú eras quién debía ayudarme en mi labor, serás mi lacayo y ayudarás a hacer posible la voluntad del Altísimo- decía el viejo en pérfido tono mientras desabrochaba el cinturón de Jesús.

Al ver al sacerdote meter su mano sudorosa por sus pantalones para tocarle los genitales, Jesús despertó de su letargo producto de la euforia de ser un mercenario de su Dios, su gesto cambió y retrocedió unos pasos.

-          ¿Qué hace?- preguntó Jesús confundido.

-          Solo obedece Jesús, aquí ya no te escuchan respondió el viejo con voz autoritaria, transformado en una bestia en celo.

Rápidamente lo tomó de las manos tirándolo contra el piso, ya ahí lo dominó mientras bajaba sus pantalones; Jesús gritó y gritó lo más fuerte que pudo, pero nadie escuchaba sus lamentos, solo Abel parecía escuchar como por telepatía pero no decidía ir, pues obedecía las ordenes de don Facundo; mientras cogía sus manos con la mano izquierda y controlaba el resto del cuerpo con su peso, el asqueroso pederasta rotó el cuerpecillo débil de Jesús dejándolo boca abajo y sacó su pene erecto con la mano derecha, sin más, el terrible enfermo penetró con brutalidad al inocente joven, este dejó escapar un alarido desgarrador sin utilidad alguna y sobre el piso se acumulaban sus lagrimas calientes que expresaban su decepción, su desengaño y su dolor. El sacerdote estaba sordo, nada sería capaz en el momento de hacerlo parar, siguió penetrándolo con fuerza sin darle importancia a nada más que a su placer, desgarrando con cada movimiento el ano de Jesús; seguido del escalofriante concierto de gemidos desafinados y gritos desesperados, el monstruo eyaculó sin demora por su alto grado de excitación y lo hizo dentro del niño, dando el peor final, el más humillante para el momento más hiriente que había sufrido el pequeño en su vida diáfana hasta entonces.

El victimario, ya tranquilo después de ejecutar el abominable crimen, se quitó de encima de su victima, se acostó a su lado boca arriba para descansar su fatiga; Jesús inmediatamente le dio la espalda para evitar verlo y sin dejar de llorar, en su infinita impotencia, se retorcía de la ira y como si fuese instinto, con mucho dolor por el daño en su recto, recogió sus piernas hacia el pecho mientras bajaba la cabeza con los ojos cerrados, doblándose cual nonato, buscando afanosamente el calor seguro de su madre.

Después de unos instantes el viejo se paró del pisó, se acomodó el pantalón y mientras se colocaba la sotana sin remordimiento alguno decía:

-          Después de que yo salga sales tú. Ni se te ocurra hablar de esto porque todos se enojaran contigo, incluyendo a Dios ¡eres un pecador, eres un demonio indigno de la magna presencia del señor!.. hazme caso, yo soy de Dios su mano en la tierra.

Ya después de haber perdido su inocencia y su pureza, Jesús perdió su fe, era desde este momento un cuerpo vacío, ya no era un niño y tampoco un hijo de dios, pues un “hermano” suyo, un viejo pervertido se había encargado de hacerle ver que estaba solo y a la deriva y que tanto rezo y tanta devoción no le habían servido de nada en el momento en que, en mórbida ironía, una autoridad de la fe decidió romperle el culo. (...)





Andrés Bastardo y Ateo Grenouille