Otoño
El dolor se petrifica en las tripas y se le apoda costumbre.
Al placer lo apuñalan las agujas del reloj al son de un
torpe tic tac.
Van todos cuál bueyes mugiendo al unísono sobre la acera,
Y esos semáforos de mierda que no paran de ladrar,
Y esos burgueses remilgando, llorando su triste gula.
Hace falta mirar a un lado, hace falta respirar.
Hace falta detenerse a saborear los dientes de la
mezquindad.
Hace falta prescindir de sí para poder amar.
Hace falta mirar a los ojos a la muerte y besarla sin más.
Sólo se vive con la herida abierta, hace falta morir para
saber volar.
En el otoño engrosan las raíces.
Andrés B. G.