lunes, 20 de enero de 2014

Orgullosa enfermedad.


Piel

Me deslizo entre sus ropas holgadas y frescas.
Y sobre el repudio saco mi húmeda lengua para pasarla lenta
Sobre aquella piel innombrable que aún huele a leche.

Vibrante mi hambre, al son de los espasmos genitales,
Repasa el cuerpo blando de mi locura.
Recorre el vacío celeste de su aliento incauto.
Estudia las longitudes escasas de su insoluta sexualidad.

Sus rincones apenas agrios guardan toda la verdad
En el óxido liviano de su sudor se mezclan los gemidos de Dios y Satanás.
¡Ah delicia velada! Majestuoso dolor. Infinita agonía. Insurrecta divinidad.

Esperma que brota hacia el cielo voraz.
Bestialidad desnuda, feliz monstruosidad.
Piel que se abre y desaparece entre la huérfana luz.
Insaciable suspiro en la boca del infierno.

Por ilegal la ambrosía no deja de brillar.