jueves, 30 de octubre de 2014

Los límites de la existencia.

Podré ver a través de las hojas de la realidad con ayuda de una cuota de honestidad, y quizá pueda también medir las diferencias entre una orilla y otra de la materia; podré incluso leer en los tiempos aparentemente vacíos los mensajes concretos del deseo, y así afirmaré que soy ágil con los pinceles lenguados de mi perfecta humanidad; entonces no me arrojés tus destinos e innatismos que no mediré el lance que responda a la ofensa.

Podrán mis ojos girar hasta iluminarme las entrañas y retar al asco, y mis pies yacer sobre las llamas eternas de las que advierten los oscuros y florecer entre sonrisas inocentes... Son mi carne y mi voz elementos del amor desde el instante definitivo que me hizo consciente de mi único existir, mas no me expongás los principios de ser flor que yo duermo entre girasoles que desconocen al sol sin renunciar al brillo.


Y si venís a darme muerte, no me des aviso; yo soy experiencia consciente, soy un hecho, una acción que se redefine a cada instante sin dejar de existir, y aquella larga noche en la que los gritos de mil yoes invisibles me privaron del sueño, me trocé con la motosierra de un fatalista y me senté a comerme crudo a fuerza de uña y diente y traté saciar un hambre ajena y en aquella mesa no se sentó ni dios ni ningún otro absoluto en el que me haya podido reflejar; supe entonces que sólo mueren los que conocen otro mundo, yo sólo conozco uno.



Andrés el Bastardo Grenouille