En el filo de un beso.
Me jacto de ser un muerto que más de
una vez ha fallecido.
Me jacto de ser un fantasma con más
carne que cualquier vivo.
Esta condena mía no necesita de juez
ni de patíbulo.
¡Yo mismo! ¡Yo mismo derramaré mi
sangre!
Y de mi inocencia convencido, con fe
me clavaré el cuchillo,
El mismo que afilaste vos con tus
gemidos, sobre aquél desierto de infernal brillo.
Andrés B. G.
Potentes.
ResponderEliminarUnos versos muy potentes, Andrés.
Gracias Raúl. Los alaridos así deben serlo. Está mi misión cumplida.
ResponderEliminar