Podré ver a través de
las hojas de la realidad con ayuda de una cuota de honestidad, y quizá pueda
también medir las diferencias entre una orilla y otra de la materia; podré
incluso leer en los tiempos aparentemente vacíos los mensajes concretos del
deseo, y así afirmaré que soy ágil con los pinceles lenguados de mi perfecta
humanidad; entonces no me arrojés tus destinos e innatismos que no mediré el
lance que responda a la ofensa.
Podrán mis ojos girar
hasta iluminarme las entrañas y retar al asco, y mis pies yacer sobre las llamas
eternas de las que advierten los oscuros y florecer entre sonrisas inocentes...
Son mi carne y mi voz elementos del amor desde el instante definitivo que me
hizo consciente de mi único existir, mas no me expongás los principios de ser
flor que yo duermo entre girasoles que desconocen al sol sin renunciar al
brillo.
Y si venís a darme
muerte, no me des aviso; yo soy experiencia consciente, soy un hecho, una
acción que se redefine a cada instante sin dejar de existir, y aquella larga
noche en la que los gritos de mil yoes invisibles me privaron del sueño, me trocé
con la motosierra de un fatalista y me senté a comerme crudo a fuerza de uña y
diente y traté saciar un hambre ajena y en aquella mesa no se sentó ni dios ni
ningún otro absoluto en el que me haya podido reflejar; supe entonces que sólo
mueren los que conocen otro mundo, yo sólo conozco uno.
Andrés el Bastardo Grenouille