lunes, 29 de noviembre de 2010

Como gusanos en una tumba nos revolcamos.


Odiada amada mía

Ahí sigues, maldita,

Hermosa y desquiciada.

Ahí sigues tirada en el suelo,

Drogada hasta las pestañas,

Pidiendo que te penetre, pero sin besos.


Tu embriagante hedor a pus,

Que se concentra entre tus piernas,

Levita sobre la cama manchada de agonía.

Ésa esencia nauseabunda

Prólogo de mi llanto.


Me dan asco tus abrazos,

Tus caricias insolentes

Y tus dedos largos y morbosos,

Siempre masturbando la herida

Que tengo entre las costillas,

Que se inflama y supura bajo tus largos dedos.


Qué desgraciada eres

Odiada amada mía,

Con tu sexo sucio y ambiguo,

Tu bello rostro entre cabellos afilados

Y esas cicatrices que te provocas…

Qué malparida eres, toda plana y muda.


Cómo te odio, maldita,

Cuando en las noches pegas tu espalda a la mía

Y espías mis sollozos.

Sólo me queda escribir.

Andrés Grenouille, el Bastardo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Hay música en los cielos... hasta acá se escucha.


Ángel

Muéstrame el libro, muéstrame el fin,

Arrójame al camino que debo seguir,

Señálame la luz que ilumina las lápidas.


Enséñame el sabor de la tierra húmeda,

La perfección del silencio impermeable,

La rigidez de la palabra dicha.


Toca, angelito fantástico, en tu lira los acordes de mi llanto,

Cantaré yo los poemas de mi reír

Y qué espectáculo daremos al público sediento.

¡Aplaudan imbéciles y sigan muriendo!


Angelito mío, criatura promiscua,

Golpéame con tus cabellos de oro,

Mírame con tus ojos grises y sabios,

Bésame con tus dulces labios de infante,

Tan sólo un instante, efímero, ideal…

El acto tiene su fin en sí mismo.


Andrés Bastardo Grenouille

(El iluminado)

sábado, 23 de octubre de 2010


God’s shit

If I get drunk, I can talk in english, terribly but I can.

If I get angry, I can scream like a damned crazy

And destroy you without touch you.

If you get hot, I can be love while you burn.

If I get high, I will talk as god,

And seduce your christian head.

I could cut all my skin and make a box with her,

Inside I would put my shit, my divine shit.

All hungry souls would live happy swimming in my shit.

But, don't worry sweet kid… the box is yours.


Andrew Bastard Grenouille

jueves, 30 de septiembre de 2010

Canto calado...


Intruso

Yo sé que me crees de piedra,

Pero las piedras no ceden al calor de los labios.

Yo sé que me crees ajeno,

Pero no tengo otro refugio que tu imagen distante.

Yo sé que no me escuchas,

Pero ahora, mientras duermes,

Lloro inconsolable al lado de tu cama

Y canto mi locura a voz quebrada.


Andrés B. G.

jueves, 26 de agosto de 2010

En el Olimpo la carne es mejor.

Para vos:

De pronto tu sudor me alimenta,

Tu saliva cura las tragedias de mi piel

Y los resoplidos dan ritmo a la melodía.


Sos vino que embriaga mis deseos,

Nos retamos a duelo y ambos vencemos…

Bailemos, deliremos, la agonía es corta.


Los cuerpos, en misión suicida,

Se buscan ciegos al calor de las lenguas,

Invasiones indultas, lamentos derramados.


Sos batuta en la sinfonía de alientos,

Ni Schubert ni Händel ni Bach,

Ninguno podría si acaso sentir

Nuestras existencias en lascivia sideral.


¡Oh! cuerdos pobres, inocuos castrados,

Esta es la oda de nuestra ambrosía,

Este es el réquiem de vuestra certeza.

Andrés Bastardo Grenouille

sábado, 31 de julio de 2010

Qué extensas son las sábanas...


La reconciliación

Esta mañana la vi, me alegré tanto que no me pregunté porqué estaba aquí si vive tan lejos, solo atiné a acercarme, saludarla y después de un corto silencio incomodo pedirle que habláramos, pensaba pedirle explicaciones, quería saber porqué estaba detestándome; sin embargo ella me recibió con una sonrisa y me dijo que desde temprano me buscaba para hablar, que quería decirme que ya no pensara más en esa extraña discusión que días antes me robó la cordura, que todo había sido producto de las tergiversaciones de ese amiguito suyo que no soporto y ya no tenía porqué preocuparme. No sabía siquiera qué hacer, no cabía un ápice más de euforia en mi cuerpo, sentí cómo salía ese clavo gigantesco que tenía entre pecho y espalda desde el momento en que aseguró odiarme y no querer saber más de mí en una llamada telefónica, la cual no alcanzo a ubicar en el tiempo-espacio, pero creo q llovía cuando pasó… seguido al efusivo encuentro le invité a caminar por el arbolado parque que teníamos justo al lado y parecía invitarnos a inmiscuirnos en sus raíces, decidí no ir a clase, cosa que no me exigía mucho pensar, y disfrutar de esa dicha tan inverosímil que se presentaba ante mí sin exigirme esfuerzo alguno.

Caminamos por un largo rato mientras nos ocupábamos de los temas más banales y estúpidos hasta que decidimos descansar en una banca solitaria, distante de la mirada transeúnte. Me senté de frente a ella, pues no quería perderla de vista, la realidad parecía muy frágil como para darle la oportunidad a un parpadeo de devolverme al salón de clase y darme cuenta q alucinaba por un cartón de LSD de los que suelo tomar para no aburrirme en la maldita clase del martes, pero después de unos minutos ella seguía ahí, no parecía una alucinación y si lo era, pues de alguna forma su presencia era perdurable y no parecía pronto su desvanecimiento entre mis dedos. Me miró a los ojos y me dijo, en forma inadvertida, que ella se daba cuenta de mi libido rebosante y que ella también sucumbía ya bajo el apetito de sus carnes. Sin más, se abalanzó y me besó en forma loca y bruscamente me empujó contra el espaldar de la banca, se sentó encima mío y empezó a estimular mi miembro con los movimientos violentos de su pelvis llevándome prontamente a la erección. Se me hizo extraño que utilizara mis palabras cuando confesó sus deseos, como si espiara mis papeles, sin embargo mi corazón latía como el de un colibrí y no tenía el mínimo deseo de inmutar palabra que interrumpiera el ajetreo que me aceleraba deliciosamente.

Mientras más lo pensaba menos plausible se me hacía que fuese la misma niña inocentona que me empezaba a encantar con sus pucheros frecuentes de niña mimada. Pensé que la situación no sobrepasaría ese nivel del sinsentido pero, para refutar aquel predicción, ella levantó mi camiseta de un solo golpe, inmediatamente miré alrededor lo más veloz que pude para ver si habían vigilantes o mirones y en un instante volví a concentrarme en el foco de mi lascivia, la despojé de su blusa y rompí su sostén para lamerle las tetas, pero ella me apartó y pensé que ya pararía con esa desenfrenada sesión carnal, sin embargo de nuevo me demostró lo equivocado que estaba, besó mi cuello y lo chupó haciéndome moretones, ágilmente se arrodilló en el suelo, me desabrochó el pantalón y empezó a bajar la bragueta de una manera exageradamente lenta, tanto que la ansiedad me llevó a tener la más dura erección que he tenido en mis dieciséis años, cuando llegó a la mitad de la bragueta sentía que mi cuerpo iba a estallar en pedazos gelatinosos de semen.

Por miedo a quedar en ridículo y ganarme el rótulo del precoz más fugaz de todos, le levanté el rostro para darle un beso y así darme un pequeño respiro y retrasar la eyaculación que ya sentía casi liberar, pero al agachar mi cabeza perdí el aliento y vi cómo todo se ponía blanco; de pronto volvió la imagen y me di cuenta que estaba mojado de sudor, vistiendo no más que unos calzoncillos y retorciéndome del placer en la soledad de mi habitación. Agitado por la excitación y rojo de la vergüenza que me provocaba el hecho de que las paredes del cuarto presenciaran tan bochornosa polución, di un largo salto de entre las sabanas y agarrándome de los genitales corrí hacia el baño para, al menos, terminar con algo de dignidad.

Andrés Bastardo Grenouille

martes, 13 de julio de 2010

Entre jardines floridos


Delirio

Las nubes dibujan infinitas formas en sus bamboleos,

Si te tumbas en el suelo tendrás fantasías de algodón.

Las letras supuran orgasmos insospechados,

Orgasmos que Belcebú nunca pudo descubrir,

Ni siquiera cuando bebía el sudor del Señor.

Sumérgete en el mar y tan sólo rasga sus contorsiones,

El mar que te lame eternamente, hasta el fin del dolor.

O busca una piel más cálida que la tuya y roba su vida,

Suéltale encima tu saliva de mosca para que sea más fácil tragar.

Si no lo quieres así, entonces agarra el revolver y sal a matar.

Haz un carnaval alucinado de tiros hasta que acaben contigo…

¡Calla ya! ¡Calla esa malparida vida que aturde mi morir!

Entre el humo gris reposa un alarido, un divino alarido de dios vengador.

Déjame aquí, al margen de la melodía, mientras engullo mi muerte.

Andrés Bastardo Grenouille

martes, 22 de junio de 2010

With deep hatred, for thee:

El No-pueblo

Insulsos son sus cachorros, tan rebeldes en su normalizada irreverencia,

Amorfas están sus gentes que ya no guardan rasgo de humanidad,

Las calles llenas de luces y de un frenesí al que nada se le puede preguntar,

Pues la respuesta será un billete

Y los billetes no hablan, no sienten y no son porqués,

Son ilusiones malditas, muy viciadas y trilladas y brilladas…

Y qué dicen de sus voluntades, todas tan convencionales, todas tan mediatizadas.

La niñez es un jingle, la juventud es virtual y la adultez está vestida de rol, de corbata y rutina.

Tan estandarizados, tan postizos son los gringos con sus ídolos de espuma y ese torpe acento.

Mi cólera está en su “dichoso” desarrollo y su tranquilo caminar,

Y arrasar sin preguntar y hablar sin dialogar

Y explicar sin entender y obedecer y repetir.

En sus muchos edificios que no son más que lápidas, burlescas lápidas,

Sembradas sobre un espíritu terreno, lo que fue esencia y consciencia, sobre un verdadero pueblo.

Imagino al invadido revolcándose en su ira,

En la sangre de su herida que se eterniza en el aire;

Imagino las llamas cayendo del cielo, imagino el estruendo de una bomba ciega

O quizá tan solo tenga que recordarlo, o esperarlo.

Los estallidos, los gritos, las carcajadas mecánicas de las ametralladoras, los pedazos…

¡Cuidado muchacho, suelta esa maldita maquina, es una peligrosa fulminadora de futuros!

¿Es que no escuchas que al viento lo rompe el llanto y el dolor se rebosa por la grieta?

¿Es que no te das cuenta que la belleza escapa de tu ser con el tableteo de tu M16?

No, no hay razón que explique el pánico de un niño.

No hay motivo que trascienda el luto en sangre de una madre.

No hay otredad en la cabeza hueca de un gringo.

Pero el rebelde chamán navajo tocó la tierra y gritó furioso,

Y con sus lágrimas selló una maldición que rezó:

El invasor será obtuso, será ciego,

Las tierras usurpadas serán esquivas a sus deseos,

Sus desmesuras huérfanas de sentido, los harán gordos y enfermos como ninguna raza,

Serán masas grotescas y sufrirán de mil males.

Su identidad viciada, su nacimiento mal habido, serán causa de una incurable incoherencia,

Negaran al yo, masturbarán los mas ridículos dioses, serán sordos, serán parásitos,

Serán superfluos, prosaicos, serán tan solo un viento infecto, uno que enfermará a muchos,

Pero su indecoroso e impertinente soplar será tan solo una altisonancia que apenas rozará la canción, dejando un reniego en lugar de un recuerdo.

Entre historias, esencias y moribundas victimas suyas,

Está este gusano seudopueblo, este niño malformado y desorientado,

Que callará su estúpido bullicio cuando caiga de bruces por no amarrase los zapatos.

¡Que la justicia remunere al negro de la cárcel de algodón para que cante un blues amarillo!

¡Que la revancha empape los labios secos del nativo adolorido y sediento!

Tus pasos, blanco tirano, megalómano exacerbado, los niega el suelo,

La libertad misma denuncia tus improperios.

Gringo, bicho insulso, vacío, gringo malparido,

Prometo ir a tu funeral y dispararle al ataúd… es por seguridad.

Andrés Bastardo Grenouille.

miércoles, 9 de junio de 2010

Ése olor...


Pus

--¿Cómo se mata al Amor?

--Con besos asesinos.

--¿Cómo dices? Los besos no matan.

--Si lo hacen, son como puñaladas

--¿Cómo serían esos besos entonces?

--No se trata precisamente de cómo son.

--Entonces ¿Qué es lo que mata?

--Lo que mata es el beso, pero no por su forma.

--¿Es entonces la saliva?

--No. Es su momento, el tiempo que no existe pero define.

--¿Es el momento del beso entonces?

--Exactamente, el momento.

--¿Cuándo, precisamente?

--Eso es fácil de saber, cuando se percibe ése olor.

--¿A qué olor te refieres?

--Ése maldito olor, el olor del silencio.

--Y ¿A qué huele el silencio papá?

--A dios desnudo y muerto, a pus.

-- Pero si así huele todo el tiempo, a dios muerto.

--Si hijo, es porque dejé su cuerpo en el ático.

--¿Qué pasará con el Amor entonces?

--Morirá, siempre lo hace… ¿me ayudas a limpiar el ático?

--Sólo si luego me enseñas a dar esos infalibles besos.

--¿Ya se ha sobrepasado contigo? ¡Ése enfermo nunca aprende!


ANDRÉS BASTARDO GRENOUILLE.

miércoles, 26 de mayo de 2010

¡Maldita sea!


Torpe quejumbroso

Desear la vida ajena es torpe,

Un ejercicio estúpido e impreciso.

Pensar que una vida es cómoda

Es un equívoco inmortal,

Ninguna lo es y nunca será así.


Se trata de una existencia insulsa,

Un lamento con infinitos ecos,

Que rebotan y rebotan, tan sólo rebotan.

Se trata de una pesadilla confusa,

En la que la profesora de ballet

Te ordena que bailes descalzo

Sobre el ferrocarril;

Y te mandas a la danza

A ojos ciegos y manos sueltas,

Roza mi mano con la tuya y sabrás,

Mi piel es tan falaz como cualquiera.

Ahí viene el tren y en él la orquesta

Cuyos músicos son almas en pena

Que tocan sin cesar serenatas de papel.


Las vidas son tan inocuas,

Son como gritos desgarrados

Cuyas ondas de sonido

No se chocan, no se tocan

Y no rompen el silencio vigilante,

El silencio que recoge nuestros pasos

Para comerlos en la cena.


Andrés M. Bastardo


lunes, 3 de mayo de 2010

Perro de pelea (fragmento)


(...) Mamá dice que ya no tengo amigos y que eso le preocupa, que a mis 16 años debería tener muchas novias y no una loca como Angélica, dice que si yo quiero ella puede pagar un psicólogo, que no solo los locos los consultan… eso lo se, lo que ella no ha advertido es que yo necesitaría consultar un psiquiatra y empezar a tragarme desde hoy un tarro de alguna pastilla embrutecedora. Una pastilla podría matar a Felipe, o a mí ¡Maldito estará el mundo si soy yo el muerto! ¡Maldito estaré yo si el muerto es Felipe!

Aunque esos encuentros violentos como el que tuve con el hombre blanquecino y su retriver me ponen los pelos de punta, prefiero estar ahí y no que esté Felipe solo, cuando se escapa y me deja en el cuarto esperando su llegada, siempre tengo mil ideas de cómo lo hará. Son muchas las veces que ha llegado alterado, agitado y con fisuras en la piel, siempre le digo que cuide de nuestra piel, pero el es un perro de pelea y sus cicatrices son trofeos. A veces llega con sangre en las uñas y los ojos inquietos, entonces le quito la ropa, lo baño y calmo sus inquietos ojos posando mis labios en sus parpados hasta que cae dormido y salgo a arreglar sus regueros, pero desde hace un tiempo después de bañarlo prefiero hacerle el amor y luego nos echamos a dormir ebrios de placer, de todos modos lo regueros cada vez son más pequeños. Felipe es el único hombre al que le hago el amor.

Creo que mamá nos conoce distintamente, pero se empeña en decirnos Andrés Felipe y acariciarnos la cabeza al tiempo. Cuando éramos niños una señora amiga de mamá dijo que había conocido a mi papá, yo no pude conocerlo, esta señora me dijo que mi padre había sido un hombre muy malo y que yo era igual a él, dijo que sólo una santa como mi madre podía cuidar de mí sin tener ganas de torcerme el pescuezo; a mí me pareció que la señora estaba loca, o seguramente había sido una amante de papá y sentía odio al verme igual de gallardo que él y bajo el cariño de mamá, pero Felipe se enojó mucho y toda la noche maldijo las paredes, no dejó dormir a nadie. A los pocos días estuvimos Felipe, mamá y yo en el funeral de aquella insolente señora, tenía una extraña expresión dibujada en su cara helada, como una contracción involuntaria, tenía el gesto que ponen los arqueros cuando atrapan un balón disparado a sus caras, la vieja rodó cinco pisos por las escaleras del edifico en donde vivía, pensé que seguro había visto en la caída los escalones dirigiéndose hacia su rostro, aunque la situación había sido todo lo contrario, ella daba cabezazos a los escalones pero los escalones no pueden fruncir el ceño ni tensar los labios, entonces lo hizo ella. Felipe se acercó a la corona de flores que adornaba el frente del ataúd, sacó una cuerda maltrecha del bolsillo y la hundió en las flores con sus dedos de pan, luego me miró, sonrió y me dio un beso en la mejilla, mi madre nos puso contra su cuerpo y nos revolvió la cabeza y dijo: eres el niño de mamá (...).

Bastardo Andrés

jueves, 8 de abril de 2010

La certeza del suelo


Feliz quizá


Quizá sean estas palabras producto de la locura,

Quizá sólo sea un sueño confuso y profundo,

Pero ahora sé que no hubo momento más feliz,

Que aquí bajo el sonido muerto de la lluvia que me acompaña,

Con infinitos absurdos desplegándose en mi mente,

Entre ellos tú, el amor y el mismo mundo,

Vivo pleno el momento más bello en mi corta y maldita vida.


Andrés el Bastardo de Grenouille.

jueves, 18 de marzo de 2010

Si el ateísmo ha de tomar un mártir, que me tome a mí.


Oración del emancipado

Humano mío, en el cielo veo nubes

Y nadie en ellas se puede parar.

Olvidado sea el nombre artificial

Y libre sea la voluntad.

Venga a nosotros el altruismo

Como logro máximo del humanismo.

Hagamos el pan cada día,

Bebamos el vino, sangre de la tierra,

Besemos la carne, hagámosla temblar.

Defendamos la única raza,

El progreso es conciencia y no metal.

Amemos la vida tanto como a la verdad

Y que el paraíso sea nuestro

En el orgasmo y la carcajada,

En la deidad de lo terrenal.


Andrés o Bastardo, como usted me quiera llamar.

domingo, 7 de marzo de 2010

Un trozo de cuento, un trozo de piel.


(...) Cuando llegamos al lugar, nos sentamos en el suelo y nos quedamos en silencio de nuevo, entonces ella, haciendo honor al extraño día lleno de sucesos inusuales, como si se tratara de una posesión diabólica tomó el control de la situación, se posó encima mío y empezó a besarme en un ritmo desaforado, provocándome una erección en segundos, parecía fuera de si, con temible precisión posó su vulva sobre mi pene erecto y meciéndose suavemente soltaba gemidos al ritmo de los movimientos, solo tenía un vestido de esos que se sacuden con el paso de las mariposas, parecía una escena de un filme francés, uno barato, qué cuadro más erótico. Levanté el dorso y mordí sus pequeños senos y ella en su desquicio me quitó la camiseta; en ese momento buscaba en silencio el punto del día en el que me había perdido, era como si me hubiese quedado dormido leyendo a Sade y de pronto hubiese despertado en medio de una de mis sodomitas fantasías; no era ni sueño ni sodomita, pero ese cuadro de piel y saliva era ciertamente una exótica fantasía. Me desabroché los pantalones y empecé a levantar su livianísimo vestido cuando, detrás de mí, una voz envejecida y viciada susurró –No vayan a gritar ni a hacer bobadas si no quieren que los chuce-. Nos paramos rápidamente, Sofía se agarró a mí lo más fuerte que pudo y yo trataba de tranquilizarla mientras ella me pedía con lágrimas que no dejara que le hicieran nada. Eran dos mugrosos decadentes, de los que se van a bañar al Meléndez, uno viejo y uno mucho más joven al que le calculo unos veinte años, sostenían cada uno su pedazo de lata oxidada en la mano derecha y el más joven con la izquierda se tocaba la verga. En ese momento supe que pensaban violar a Sofía y a mi quizá me mataran, entonces decidí hacer una locura, traté de alcanzar mi maletín que estaba en el suelo entre el viejo y nosotros, quienes retrocedíamos suavemente, había logrado una pequeña distancia hablándoles en su jerga, tratando de mostrarles que no era tan iletrado en las lógicas de la calle como ellos podían pensar, en el maletín tenía una navaja con la que pensaba ganar más distancia para poder huir, pero el viejo se dio cuenta de mis intenciones y pateó el maletín, se abalanzó hacia mí y me puso la lata en el cuello, con la otra mano me cogió del brazo y me dijo que me arrodillara, yo me arrodillé y le dije que no era necesario que se pusiera agresivo, el viejo asqueroso tan solo rió, me cogió de un mechón de cabello y acercó la punta de la lata al cuello; el otro, el joven, agarró a Sofía del pelo y le quitó el vestido de un halón, la tiró al piso mientras se bajada el pedazo de pantalón que vestía con un afán enfermizo; tal violencia parecía excitar al viejo que me amenazaba con su lata y empezaba a incomodarse, no lograba detener la mirada en mí por mucho tiempo pues el morbo lo obligaba a voltear, cuando ya el joven lograba dominar a la rebelde colegiala, el viejo volteó con la expectativa de un perro que localiza al escurridizo gato y entonces sentí que la lata se alejaba de mi cuello, de pronto se dibujó un movimiento en mi mente que se efectuó solo, como por automoción; retiré la lata del frente con una palmada y de una embestida tiré al suelo al maloliente viejo, dándole un cabezazo justo en el diafragma, me paré como pude y lo enredé en puños y patadas, el violador se paraba tratando de no caerse con las hilachas de su pedazo de pantalón y Sofía se recogía hacía un árbol, completamente desnuda y desorientada, el viejo era realmente viejo y tanto bazuco lo había dejado en un estado critico de osteoporosis, pues con las patadas sentía cómo se rompían sus costillas, no me tomó mucho esfuerzo inhabilitarlo, recogí el pedazo de lata que había tirado el viejo en la embestida y lo levanté amenazante dirigiéndome hacia el violador que aun no se podía acomodar sus harapos, entonces lo apuñalé entre las costillas y lo tiré de una patada, en el acto la lata suya quedó en el suelo, aproveché que se torcía del dolor y me posé encima suyo, ya no se trataba de mi, tan solo era el insulto, las lágrimas de Sofía, el hediondo olor de los agresores, sus risas, era un odio convulso que se materializaba entre los árboles y el Río Meléndez. -¿A cuantas has violado? Pedazo de mierda, ¿a tus hermanitas les hacías lo mismo?, el bazuco ten dan ganas de pichar pues, ¡malparido! ¡moríte malparido!- le gritaba exorbitado mientras apuñalaba su delgada persona sin compasión. (...)

ANDRÉS

sábado, 13 de febrero de 2010

Cali Febril.


Hace frío en la mañana y el loco sin cobija se revuelca en su miseria buscando el cosito que ya se fumó; los pelados en sus ciclas reparan al transeúnte desde la gorra hasta las suelas sin disimulo, si vale la pena el brinco, como arañas saltarinas aterrizan en la acera con navaja en mano y soltando improperios untados de saliva y nombrando venéreas que ni la medicina conoce, despropian al caminante de todo objeto que sea posible vender en el centro; en el centro no piden factura, ni especificaciones, ni la caja original y pagan bastante mal, es por eso que antes de subir por la trece para vender el premio del atraco, es mejor que sean varios los artículos para la oferta, lo bueno es que en el centro casi nunca se siente el frio pues es como si estuvieras parado en el lomo de un perro rabioso que se quema de fiebre.

La ciudad entera delira enferma, alucina todo el tiempo y se sacude enloquecida, como esa vez que aquel muchacho se bajó embalado de su moto y atracó a ese hombre que le entregó todo sin rechistar, nadie pensaría que tal trámite fuese un atraco si no estuviera visible la pistola que temblaba en la mano del muchacho. Todavía me estremezco cuando recuerdo la fluidez de los movimientos de ese viejo con cara de palo, que no preguntó, no se resistió a las demandas del muchacho y le entregó todo lo que tenía en los bolsillos; Ya cuando el atracador montaba su moto, el hombre se sacó de atrás un enorme revolver calibre 45 y le propinó dos certeros disparos en la nuca, pobre muchacho, si tan solo alguien le hubiera dicho que se trataba de Ferney y que nadie se mete con Ferney sin terminar con el cuero roto.

Hace frio en la mañana pero no por mucho tiempo, el sol del medio día es incesante, se da completo y orgulloso, sin misericordia cocina cada cuerpo que se ponga de valiente; a veces hace frio en esta calurosa ciudad, pero nadie parece preocuparse mucho por cubrirse ni siquiera cuando llueve, aún no estoy seguro del porqué, sin embargo en el momento en el que me mandé la mano al cinto y desenfundé la maquina para activarla en el pecho del pinto, pensé que con una chaqueta no hubiese sido tan fácil acostarlo, y menos con la fama del financiado.

Está chispeando agua desde el cielo, son las siete de la mañana, hace frio y Ferney está comprando el pan para el desayuno, el piloto acelera y yo agarro el tanque con los pies, las gotas me peinan los vellos de los brazos mientras desenfundo la Prieto Beretta que adquirí hace unos días para el trabajo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco estallidos metálicos tiñen la camisa blanca de Ferney con su sangre, las nubes paran de aguarse en el instante y la gente corre sin dirección al no estar seguros de qué huyen, Ferney yace en la acera con una adolorida expresión y sus buñuelos se escapan rodando de la bolsa de papel, huyendo igual que todos.

Es tan calurosa esta ciudad que cuando llueve nadie se abriga, porque en un momento estará brillando el sol de nuevo, pellizcándonos la piel y jalándonos los vellos que recién había pegado cuidadosamente la lluvia, ha de ser que el cielo en Cali llora cada tristeza de los que alguna vez lo vieron en la mañana y le regalaron un gesto de saludo, ahora es mejor mirar hacia el suelo para no tropezar con un charco en la huida; estos caleños siempre huyendo de todo, de los tiros, de las motos, de la policía, de los gamines, de las sirenas, de Ferney, quién convulsiona con cinco hoyos en el pecho por los que muere a borbotones. Pero yo ya maté a Ferney, ahora huyan todos del cielo que quiere llorar otra vez.

Andrés.