jueves, 8 de diciembre de 2011
No hay otra magia
martes, 22 de noviembre de 2011
Desvelado...
martes, 8 de noviembre de 2011
Libre al fin
lunes, 17 de octubre de 2011
En mis silencios...
martes, 27 de septiembre de 2011
¡Muérdeme mentira!
viernes, 12 de agosto de 2011
Recuerdo palpable, promesa cierta...
sábado, 9 de julio de 2011
Bajo un cielo en llamas, sobre tierra hirviente.
Tarde cálida
Mi perro y yo caminamos impunes todas las tardes,
Entre los entes consumidos en la abyección,
Retando esos yoes sonsos que nos ven pasar.
Él con su porte asesino, yo con mi voz amarga.
Un cielo rojo alumbra los caminos urbanitas,
Laberintos macilentos que calamos él y yo,
Matando a todo el que se cruce y se le ocurra mirar.
Él con su mordisco indolente, yo con mis sentencias crudas.
Somos ecos, somos nada, somos muertos,
Somos los anos purulentos del lenguaje,
Somos la vida que se niega…
Con un machete destellante tajaré el dolor,
En cada esquina dejaré pelos, pedazos y sangre,
Y nadie se atreverá a detenerme a pesar de los gritos,
Pues soy intocable, soy el engendro concebido,
Con la mirada ida y mi perro asesino.
A. B. G.
martes, 17 de mayo de 2011
Consideraciones sobre ella y desde ella. Manifestaciones de una sed que nace y muere entre besos.
Ella es una niña.
Ella es una niña juguetona, que se esconde y corre loca por un bosque de concreto, porque el campo ya le aburrió y busca, con sus juegos impúdicos, con su danza invisible, aquellos ojos rojos de pasión y marihuana, aquellos labios siderales que prometan gritarla, aquellos niños perdidos en el bosque, capaces de amar hasta el desquicio, capaces de odiar con fiel certeza, capaces de ser de dejar de ser, formando demoniacas olas en el eco.
La niña gusta de los tambores caóticos que le declaman sus deseos al mar, y le encanta secuestrarse en la mirada sepulcral de un gato sucio. La niña resulta caprichosa en su magnificencia y se jacta de ser gloria entre los placeres, gloria engañosa y traicionera, gloria pertrechada de colmillos de diamante negro y de una deliciosa insolencia que me embriaga y me pierde entre laberintos lenguados, entre notas de piel y sudor, entre mentiras y verdades y juicios y oscuridades y mentiras más excelsas y verdades más toscas y juicios más ciegos y… y me entrego a su juego, gloriosa niña, más juro no decirle de qué forma ha de torturar este cuerpo enamorado, pues son sus caprichos los que me dan la más dulce agonía, son sus risas pícaras las que ofrecen romper mi cuerpo en un concierto de alaridos desgarrados y guerras nonatas.
Ella es la niña más delicada y las más peligrosa, una sabia estratega del duelo y la emboscada, una despiadada asesina de corduras difusas; ella va, por ahí, jugando a la rayuela y a la ruleta rusa, celebrando aquelarres y cocinando fines, viviendo alegre en el pecado con perfecta inocencia, pues sólo conoce de ambrosías y su crimen es impune, pues ella es y no tiene más remedio… ¡Ay! de mí si lo tuviera.
Andrés Bastardo Grenouille
(Capaz de odiar con fiel certeza)
domingo, 10 de abril de 2011
Un buen día he de morir, un día como cualquiera.
Funeral soñado
No quiero lutos ni lágrimas forzosas
Ni ebrios querendones besando mi cuerpo frío,
No quiero viejas camanduleras ni mariachis malolientes.
Yo no soy cristiano ni hijo de un dios.
Ahí estaré tieso, frente a ustedes
Más mudo que nunca, pudriéndome tranquilamente.
No quiero fiestas ni disparos ni humos,
Y por nada metan mi cadáver a un templo,
A que lo lama la mentira en su última exposición,
No permitan que los travestis de sotana me nombren,
Que callen prudentemente, como lo hace su dios.
No me velen, no me recen por favor,
No me encomienden a nada
Ni me entierren en campo santo.
Era un niño cuando advertí la mugre cósmica
Que cubría mi existencia perfecta,
Fueron años de sangre y restriego
Hasta quedar limpio de trascendencias,
Y así quiero pavonearme, incluso muerto.
No quiero ropas
La piel es hermosa cuando ya no es
No quiero ataúd
Ni una última cárcel aceptaré
No quiero velas
Mis ojos ya no tendrán nada para ver.
Tiren mis restos a los perros de pelea,
Ellos son sabios y sabrán que hacer:
No pagaran arriendo para un muerto,
No conservaran lo que ya no existe,
Y si aúllan nostálgicos, serán breves,
Luego darán lección ética al espectador
Y me engullirán, pedazo a pedazo, sin afán,
Integrándome por última vez
Al caos sublime de mi amor.
Este es el funeral de mis sueños.
Andrés Bastardo Grenouille
martes, 15 de marzo de 2011
Si se existe, que sea maravillosamente
Galopando
Un galope incesante lleva el corcel,
Y es libre persiguiendo el horizonte.
Él sabe muy bien que no lo alcanzará,
Pero también sabe que es un corcel ejemplar
Y no conoce razón para detener su galope.
El horizonte es una meta digna
Que hace divina su carrera.
¡Brioso corcel, te han embrujado!
Y ahora brincas de nube en nube,
Pero tu ímpetu se hace valer,
No hay cosa ni ser que pueda alquilarte,
Sui generis son tus acciones,
Tus gracias son belleza de facto.
¡Persigue el horizonte sin descanso!
¡No hay fin más solemne para tu esfuerzo!
Cuídate del rosal que te pueda maltratar,
Bajo los pétalos duermen las espinas,
No permitas que te pongan montura,
Tu poder no tolera dirección alguna.
Y si del horizonte te separa un abismo
Acelera el galope y da un brinco,
Al otro lado, estoy seguro, llegarás.
¡Oh! Precioso ser, has liberado el galope del corcel,
Y es preciso que lo acompañes para evitarle un infarto,
Se cree muy autónomo, pero ya son varios
Los infartos que ha tenido cuando en pleno correr,
Las promesas celestiales que lo alientan
Se desdibujan en prosaica humanidad.
¡Abrázalo fuerte, sin montura ni riendas!
Únete a su galope en un malabar vaquero,
No dejes que se tire al abismo, no solo…
martes, 11 de enero de 2011
De los pedazos nace el llanto...
Se te olvidó
Alucinada agonía, entre pasos perdidos,
Existencia abyecta, inerme, soez,
Soy criatura ingrávida, de torpe vuelo,
Y voy flotando por ahí, sin voluntad,
Sin aires cálidos que me empujen,
Sin sentirme vivo y sin poder morir...
Se te olvidó que al salir de mi habitación
Debías correr las cortinas y matar al sol,
Debías recoger tu aroma y cerrar mis ojos
Que hoy se derriten sobre un retrato frío…
Se te olvidó asegurarte de mi muerte,
Una puñalada dulce entre las costillas,
Un tiro de gracia justo en la frente…
Si querías librarte de mi angustiosa voz,
Debiste asfixiarme con tus manos infieles,
En vez de cercenarme con tus besos vacuos.
Andrés Bastardo Grenouille
(El cadáver)