Es hora de que las Américas de piel quemada se emancipen de su padre putativo y secuestrador más antiguo, es hora de que se separen los ríos, pues no nacieron juntos y no van al mismo mar. Europa nos debe una historia perdida y solo nosotros podremos recuperarla:
Reconociendo a la colonialidad como un elemento constitutivo del poder mundial del capitalismo y su orden, Quijano presenta a los largo de su obra una critica estructural a la teoría sistemática con el ánimo de explicar la necesidad de una concepción de la existencia social alternativa, necesidad originada en el momento en el que el fenómeno de expansión mundial, el descubrimiento de América, desmantela la veracidad del entendimiento eurocentrista sobre el proceso “civilizatorio”.
El desarrollo del capitalismo en America se da de manera especial, diferentemente que en Europa, en la que se denota todo un proceso, no consensual ni pacifico, que resulta en la sociedad industrial moderna. Aquí, el mismo desarrollo del capitalismo se ve influenciado por el entendimiento eurocentrista que naturaliza la modernización, proponiéndola como proceso de paso obligado, como alternativa única en una concepción orgánica de la sociedad. El simple carácter impositivo del capitalismo en America basta para derrumbar dicha teoría positivista de la modernización, pues deja en manifiesto que no se da como resultado de un proceso lógico y progresivo, sino como una imposición en beneficio de los blancos europeos modernos y por ende superiores y póstumos a la sociedad Americana, así como también la clasificación social, en razas, clases, funciones, categorías propias del conocimiento europeo estructuralista orgánico de la sociedad, fueron importadas e impuestas en el conocimiento Americano. Ninguna concepción de la existencia social, producida en las principales instituciones teóricas tales como el estructuralismo, el funcionalismo, el liberalismo e incluso el marxismo en lo más dicotómico de su materialismo histórico, son capaces de inmiscuirse en la realidad social Americana; la ahistoricidad y el reduccionismo de estas concepciones intelectuales europeas, que, si bien no todas dejan a la suerte de la naturaleza la materialización de las relaciones sociales, las que no lo hacen pecan por obtusas al reposar el entendimiento universal de la existencia social a la experiencia histórica europea, concibiéndola como modelo único y más avanzado de modernización, ciertamente esta manera de entender las cosas no es indiferente a la conveniencia de las élites y quizá de la sociedad europea entera.
Quijano nos dice que, al ignorar las condiciones histórico sociales de una sociedad, no se entiende sus dinámicas relacionales, si es lo que interesa, sino que se le impone toda una lógica de pensamiento ajena a su realidad. En las concepciones estructuralistas y funcionalistas, se entiende la sociedad como un ente orgánico, con una intención implícita de organización y funcionalismo que no se inscribe en ninguna condición histórica o social sino que responde a estructuras previas a toda sociedad, cosa que cae en contradicción con la experiencia real, en donde los cambios en la hegemonía y demás no son naturales y progresivos como se deduciría de una idea orgánica, sino que se caracterizan por las luchas, las disputas en las diferentes dimensiones sociales de una sociedad determinada. En el liberalismo, pensamiento que no tiene un lineamiento único en cuanto al concepto de poder y de relación social, el comportamiento social se da más como un producto de las condiciones naturales del hombre que como resultado de un proceso intrincado de proporciones y relaciones entre las dimensiones y los actores de la sociedad, se vuelve anacrónico al obviar el desenvolvimiento de la secularización (modernización) en toda sociedad y cae en contradicción con la experiencia real del poder al desconocer la existencia de una totalidad que abarca todos los procesos societales integrados en las dimensiones sociales, en una realidad en donde el movimiento sea uno individual y separado de la totalidad conductora y conducida. En Marx, a pesar de encontrar una clara intención contestataria a la predominancia del pensamiento naturalizador del capitalismo, en el desarrollo de su materialismo histórico, que tiene sus bases en el pensamiento saint-simoniano, no se sale del eurocentrismo al concebir la experiencia europea como modelo único y al dejar toda dinámica de poder y de relación social dependiente de la reduccionista dicotomía entre capital y trabajo, ignorando así las demás categorías y singularidades sociales que hacen complejo todo proceso estructural.
El poder, entendido como una malla de relaciones sociales de dominación y conflicto, enmarcadas en un sistema de valores que se manifiestan en las disputas por los diferentes ámbitos de la existencia social tales como la producción y el trabajo, los recursos naturales de dicha producción, los productos y las subjetividades del sexo, como también del conocimiento y los medios de coerción como garantes de la autoridad; no se debe separar del entendimiento de la sociedad como una estructura, no funcional, sino relacional, en donde dichas relaciones tiene cierta autonomía de un todo conductor, que sin dejar de estar condicionadas por dicha totalidad, tienen la capacidad de resultar en procesos de cambio, de esta manera, es pues la proposición del autor, se engendrará una manera de conocimiento pluralista, integrador y universal en el termino de su adaptabilidad a una realidad social dada. Hay que separarnos entonces de la idea de “estructura global cronológica de niveles de modernización”, para que la realidad de America Latina, el conocimiento social que gesta en ella y en últimas, las alternativas políticas y sociales enfocadas en la solución de los problemas, en gran parte producto de la colonialidad del poder y el saber, sean estudiadas de manera veraz, acertada y productiva, en una cosmovisión histórica y social pertinente a las particularidades que condicionan los pueblos, especialmente esos pueblos y esas sociedades que se han visto marginados por la hegemonía euro-céntrica y sus colonialismos económico, social, cultural e intelectual.